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DIVORCIO

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué dice la Biblia sobre el divorcio?

 

La institución del matrimonio entre un hombre y una mujer puede remontarse al comienzo de la Creación y ha sido reconocido por todas las culturas como el fundamento, tanto de la familia, como de la civilización misma. Dios creó dos sexos: “hombre y mujer” (Gn. 1:27, 5:2), y esto Lo hizo para el mutuo beneficio de ambos géneros. Tanto el hombre como la mujer traen a la relación distintas fuerzas, y haciendo esto, fortalecen tanto a la relación como a la familia. Cuando los dos sexos se unen, Dios dice que se vuelven una sola carne.

 

¿Qué dice la Biblia sobre el divorcio?

 

La institución del matrimonio entre un hombre y una mujer puede remontarse al comienzo de la Creación y ha sido reconocido por todas las culturas como el fundamento, tanto de la familia, como de la civilización misma. Dios creó dos sexos: “hombre y mujer” (Gn. 1:27, 5:2), y esto Lo hizo para el mutuo beneficio de ambos géneros. Tanto el hombre como la mujer traen a la relación distintas fuerzas, y haciendo esto, fortalecen tanto a la relación como a la familia. Cuando los dos sexos se unen, Dios dice que se vuelven una sola carne (Gn. 2:24; Mt. 19:5; Ef. 5:31; 1 Co. 6:16). El libro de Malaquías señala que otra razón por la que Dios hizo al hombre y a la mujer una sola carne en el pacto de matrimonio fue para que los hijos sean conforme a Dios: “¿Acaso no hizo el SEÑOR un solo ser, que es cuerpo y espíritu? Y ¿por qué es uno solo? Porque busca descendencia dada por Dios”. (Mal. 2:14 y 15).

 

Lamentablemente, a veces sucede que en un matrimonio las diferencias entre el hombre y la mujer, en vez de ser apreciadas y capitalizadas por la pareja, son causa de roce, división e incluso divorcio. El matrimonio existe desde Génesis, pero también las razones para el divorcio. Dios comprende que a veces la relación entre un hombre y una mujer se torna tan dañina que el divorcio es la única solución práctica, y por eso Lo permitió en la Ley mosaica (Éxodo 21:11; Dt. 24:1). Jesucristo correctamente declaró que la razón de base para el divorcio era la dureza del corazón de las personas, pero señaló que Dios no diseñó el matrimonio para que termine en divorcio. Jesús dijo: “…Ante vuestra dureza de corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero desde el principio no fue así”. (Mateo 19:8 – VRV-1989).

 

Los cristianos han discutido y debatido el tema del divorcio por cientos de años, y diferentes grupos tienen diferentes creencias al respecto. Una de las doctrinas más dañinas, sostenida por algunos grupos, es la de que Dios nunca permite el divorcio. Estos grupos no permiten la misma libertad que Dios permitió en la Ley de Moisés y que Jesús permitió en sus enseñanzas: hay veces en que el divorcio puede ser necesario para la salud y seguridad de uno de los cónyuges o de los hijos. Otra falsa doctrina acerca del divorcio es que Dios permite el divorcio sólo si uno de los esposos ha cometido adulterio. Esa creencia proviene de leer las palabras de Jesús sin comprender la cultura de su tiempo o el contexto global de la Palabra de Dios, como por ejemplo, qué otras cosas dice la Biblia acerca del tema.

 

Para comprender los dichos de Jesús acerca del divorcio debemos leer lo que dijo a la luz del contexto, la cultura y la Ley mosaica. Nunca debemos pensar que la Biblia es como uno de esos libros de inconexos dichos sabios que algunas personas tienen en sus mesas de café. Ningún versículo debe tomarse aisladamente, ya que está interconectado con todos los demás versículos y con el contexto general de la Biblia. Esto significa que para comprender realmente cuál es laverdad en cualquier tópico debemos prestar atención a cómo se relacionan entre sí todos los versículos sobre un mismo tema, y eso significa que debemos estudiar toda la Biblia. Las declaraciones de Jesús acerca del divorcio están REGISTRADAS  en Mateo 5:31 y 32; 19:3-9; Marcos 10:2-12; y Lucas 16:18, pero también hay material en el Antiguo Testamento y en otros lugares del Nuevo Testamento, que debe ser considerado. En cuanto a la cultura del tiempo de Jesús, la escuela rabínica del gran maestro judío, el rabino Hillel (alrededor de 60 a.C. – 20 d.C.), enseñaba que un hombre podía divorciarse de su mujer por cualquier cosa que ella hiciera que a él le disgustara. Era un sistema de divorcio “no cuestionable” y el divorcio se estaba convirtiendo en un gran problema social. Alcanzamos a vislumbrar el problema cultural del divorcio fácil en los tiempos de Jesús en la pregunta que le hicieron a Jesús los fariseos: “… ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?” (Mateo 19:3). Jesús les respondió de un modo que promovía el matrimonio y la familia (Mateo 19:4-9). [1]

 

Es importante notar que no hay REGISTROS  de Jesús dando una enseñanza completa acerca del matrimonio o del divorcio. Lo que hizo fue responder la pregunta que le hicieron, teniendo en cuenta el problema cultural de su tiempo, y trató de hacer que las personas examinaran su actitud de corazón y que vieran el propósito del matrimonio desde la óptica de Dios. Jesús nunca quiso que su enseñanza acerca del matrimonio y el divorcio fuera extraída de su contexto cultural y separada de la Ley de Moisés, que la completaba. Si Jesús hubiese dado una enseñanza completa acerca del divorcio, habría mencionado los derechos concedidos a las mujeres bajo la Ley mosaica. Jesús no mencionó a las mujeres en su respuesta porque no necesitaba hacerlo para enfatizar el corazón de Dios para el matrimonio y las relaciones, o para responder la pregunta que le habían hecho. Jesús no vino para abolir la Ley mosaica sino para cumplirla (Mateo 5:17).

 

Para comprender el corazón de Dios con respecto al matrimonio necesitamos la Escritura y la lógica. Es claro, tanto de la Biblia como de la historia, que la intención del matrimonio es beneficiar a ambos cónyuges y criar niños conforme a la voluntad de Dios. Sin embargo, hay veces en que el matrimonio se torna dañino para uno o ambos cónyuges, o para los hijos. En ese momento el matrimonio debería ser disuelto, y en ciertas circunstancias, Dios permitió la disolución del matrimonio. El libro de Éxodo contiene información importante acerca del divorcio. Sin embargo, para comprender plenamente los versículos debemos comprender que la Ley de Moisés permitía que un hombre tuviera más de una mujer (Éxodo 21:10; Lv. 18:18; Dt. 21:15).

 

Éxodo 21:10-11

(10) Si toma como esposa a otra mujer, no podrá privar a su primera esposa de sus derechos conyugales, ni de alimentación y vestido.

(11) Si no le provee esas tres cosas, la mujer podrá irse sin que se pague nada por ella.

Lo que vemos claramente revelado en Éxodo 21 es que cuando un hombre y una mujer hacen un pacto matrimonial, cada uno es responsable de proveer para el otro. Lo que la mujer proveerá en el matrimonio no se especifica en Éxodo porque estaba muy bien comprendido en la cultura y porque la mujer, generalmente, no tenía el poder de divorciar a un hombre a menos que este privilegio fuese específicamente otorgado por la ley local o vigente, o por la costumbre. En contraste con las responsabilidades presupuestas de la mujer, Éxodo 21:11 declara específicamente que un hombre debía proveer alimentación, vestido y “el derecho conyugal,” de lo contrario la mujer tenía la libertad de dejar la relación.

 

Debemos comprender las tres cosas enumeradas en Éxodo 21:11 a la luz de la cultura del Antiguo Testamento, no de nuestra cultura moderna. La “alimentación” era la comida diaria que la sostenía. Su “vestido” significa vestimenta, y por extensión, un lugar donde HABITAR , su refugio. Algunas personas pobres no tenían suficiente dinero para tener su propia casa o tienda y por la noche dormían bajo sus pesadas túnicas externas (Éxodo 22:17). Así que “vestido” frecuentemente significaba tanto vestimenta como refugio. Un hombre era responsable, en la medida en que podía, de proveer vestido y refugio para su esposa.

 

Lo tercero en la lista es el “derecho conyugal,” que se refiere a las relaciones sexuales. Aunque esto incluía, en el mejor de los casos, un tierno afecto, en el contexto del Antiguo Testamento su significado más importante era que la mujer tendría la oportunidad de tener hijos. En una era en que las cuentas bancarias, la seguridad social, los hospitales, y los hogares para ancianos no existían, los hijos de una mujer eran los que le proveían protección y la cuidaban a lo largo de su vida, especialmente cuando ya era anciana. Un hombre que no quisiera tener relaciones sexuales con su esposa porque tenía otra esposa o esposas, la exponía al peligro de enfermarse, lesionarse, o llegar a una anciana edad sin medios de ayuda y sustento. Esto era verdaderamente cruel y Dios no lo toleraría. Si un hombre trataba a su esposa de este modo tan deficiente, la Ley decía que ella tenía la libertad de irse.

 

Éxodo 21:11 es crucial para nuestra comprensión del matrimonio y del divorcio. Para apreciar realmente lo que dice debemos saber que la Ley de Moisés contiene el corazón de Dios para que tengamos familias y sociedades sanas, benditas y conforme a Su voluntad. Sin embargo, alguno puede decir: “Pero hoy en día no estamos bajo la ley”. Esto es verdad sólo en parte. El Nuevo Testamento contiene la frase “no estamos ya bajo la ley”, pero esta frase debe leerse y comprenderse en su contexto adecuado (Romanos 6:14 y 15; Gálatas 5:18). La “ley” tiene muchas partes. Hay reglamentos morales, reglamentos sociales, reglamentos civiles y reglamentos que correspondían al Templo y al sistema sacerdotal.

 

Jesús nos libró de la maldición de la ley, los códigos levíticos y los reglamentos en cuanto a los sacrificios, pero no nos libró de todos los reglamentos civiles y sociales. Es por eso que muchos de estos se repiten en el Nuevo Testamento. Después de todo, los mandamientos de no robar, no cometer adulterio, no codiciar, no construir edificios inseguros, dar a los pobres, castigar a los que hacen el mal, etc., aún están vigentes. Más aún, la Ley contiene la sabiduría de Dios para las familias y para la sociedad, por lo cual Pablo escribió: “…que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno”. (Romanos 7:12). La Ley es santa y buena, y nosotros, hoy en día, no estamos libres de la sabiduría de Dios, o de Su deseo de que nuestras familias sean un refugio seguro para cada miembro.

 

Deuteronomio 24:1 (VRV-1960)

 

Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.

 

Dios jamás nos dice qué era ese “algo”, en una mujer, que era “indecente.” Seguramente, si Dios hubiese querido darnos razones para el divorcio podría haberlo hecho. Podría habernos dado una lista detallada, pero no Lo hizo. ¿Qué significa eso? Para el rabino Hillel y las personas en los tiempos de Jesús que seguían sus enseñanzas, significaba que un hombre podía divorciarse de su esposa por cualquier causa, no importa cuán pequeña. Para Jesús significaba exactamente lo contrario: Dios no dio razones para el divorcio porque la razón de base para éste era la dureza de corazón de las personas. ¿Es el adulterio una “razón” para el divorcio? No. Muchas parejas han sobrevivido períodos tormentosos, e incluso el adulterio, y han salido a flote trabajando en solucionar sus problemas, y ahora están felizmente casados. El divorcio se reduce a un problema de corazón, no a una “razón” específica que obliga a la pareja a divorciarse. Por supuesto, los corazones de algunas personas son duros, aún al punto de poner en riesgo al cónyuge o al hijo. El corazón amoroso de Dios, nuestro Padre, no fuerza a las personas a quedarse en relaciones peligrosas o abusivas. Si el corazón de alguien es duro, su pareja tiene la libertad de dejarlo.

Ya en los tiempos de Cristo, las personas habían olvidado el corazón de Dios acerca del matrimonio, y los hombres estaban divorciando a sus esposas por toda clase de cosas, frecuentemente sólo para estar con otra mujer. Incluso el rey Herodes se había casado con la esposa de su hermano (Marcos 6:17). Los líderes religiosos vinieron a Jesús para preguntarle acerca de la Ley, y señalaron que Moisés permitió el divorcio. Sí, Moisés (en realidad Dios) permitió el divorcio, pero para estos líderes religiosos de duro corazón, los reglamentos de Dios eran, en su mayoría, una cuestión de estudio académico acerca de lo que era permisible. Ellos no tenían ninguna intención de volverle a inculcar a la sociedad el tipo de cuidado que Dios tiene por la familia. En contraste, Jesús quería desesperadamente que las familias y la sociedad volvieran a ser íntegras y sanas. Él no quería contribuir a la actitud de: “Yo estoy acertado y ustedes están equivocados en cuanto a la interpretación de la Ley”, que era tan predominante en su sociedad. Por eso respondió a los líderes transmitiéndoles un concepto tan alto de la unidad en el matrimonio que hasta sus discípulos se asombraron y dijeron: “…Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mateo 19:10).

 

Jesús habló a los líderes religiosos acerca del corazón de Dios para el matrimonio.

Mateo 19:4-6

(4) -¿No han leído que en el principio el Creador 'los hizo hombre y mujer',

(5) y dijo: 'Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo'?

(6) Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

 

Además, Jesús les dijo que si un hombre divorciaba a su mujer por otra razón que no fuera la inmoralidad sexual, él era un adúltero. Incluso hizo esa declaración en el Sermón del Monte (Mateo 5:31 y 32). Jesús no estaba tratando de establecer una nueva norma universal para el divorcio, sin importar el sexo, lo cual anularía la Ley de Moisés, ignorando cómo los reglamentos matrimoniales en la Ley de Moisés protegían a las mujeres de hombres que rehusaban darles provisión o que las trataban con crueldad. Jesús estaba hablándoles a los hombres en el contexto de su cultura de “divorcio fácil” y estaba señalando cuán importante era para Dios el matrimonio. No era válido, ante los ojos de Dios, disolver un matrimonio a causa de todas las excusas egoístas y “no cuestionables” que las personas estaban usando en aquellos días y tiempos. Jesús también podría haber citado el libro de Malaquías: “Yo aborrezco el divorcio dice el Señor, Dios de Israel…” (Mal. 2:16).

 

Lamentablemente, muchas personas hoy en día leen las palabras de Jesús y afirman que la única razón para el divorcio es que uno de los cónyuges cometa adulterio. Existe una posibilidad de que las palabras de Jesús no hayan sido traducidas correctamente, pero tomaría mucho tiempo ahondar este tema en nuestro breve artículo. Sin embargo, lo que está perfectamente claro es que siempre debemos recopilar información de toda la Palabra para obtener la verdad sobre algún tema. Ningún versículo, incluso los hablados por Jesús, debe tomarse aislado del contexto. Podemos ver esto al comparar lo que dijo Jesús acerca del divorcio en los diferentes Evangelios.

Por ejemplo, en el evangelio de Marcos, Jesús dijo que si una persona se divorciaba y luego se volvía a casar, cometía adulterio: “El que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera –respondió --. Y si la mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro, comete adulterio.” (Marcos 10:11-12). Aquí, en Marcos, Jesús dijo que divorciarse y volver a casarse es cometer adulterio, pero en otros Evangelios dice que volverse a casar no es adulterio en el caso de un divorcio debido a inmoralidad sexual. Por lo tanto, vemos que incluso lo que Jesús dijo en diferentes evangelios necesita ser comparado para obtener la verdad completa acerca de lo que enseñó. Del mismo modo, las enseñanzas de Jesús necesitan compararse con los versículos a lo largo de toda la Biblia para obtener la verdad en cualquier tema. Después de todo, ¿tiene sentido que Jesús haya dicho que una mujer debía quedarse junto a un hombre que la maltrata y la pone en peligro, aún cuando la ley de Dios en Éxodo decía que ella podía dejarlo? No, Jesús no tendría ni tal falta de amor, ni iría tan completamente en contra de la expresa sabiduría de Dios.

Toda la Biblia tiene que encajar en cualquier tema, y este es, ciertamente, el caso del divorcio. A la luz de todo esto, el apóstol Pablo no contradijo ni a la ley de Moisés ni a Jesús. El declaró el corazón de Dios clara y concisamente.

 

1 Corintios 7:10-11b

(10) A los casados les doy la siguiente orden (no yo sino el Señor): que la mujer no se separe de su esposo.

(11) …que el hombre no se divorcie de su esposa.

 

Estos versículos muestran claramente la voluntad de Dios: el divorcio provoca mucho dolor, es destructivo. Además, muchas situaciones “intolerables” pueden ser toleradas y las relaciones pueden ser restauradas si ambos compañeros están dispuestos a hacer a un lado su dolor y su orgullo, sacar fuerza y esperanza del Señor, y buscar ayuda para volver a estar juntos. Lamentablemente, algunas personas de buenas intenciones toman estas palabras de Pablo como si fuese la inflexible voluntad de Dios, y dicen que los cristianos jamás deben divorciarse por ninguna razón. Sin embargo, al igual que como con cualquier otro versículo de la Escritura, debemos interpretarlo a la luz del contexto, y luego, de toda la Palabra de Dios. Inmediatamente después de decir que una esposa no se debe separar de su marido, la Biblia dice: “Sin embargo, si se separa…” Por lo tanto, al igual que en la Ley de Moisés, la voluntad de Dios de que las parejas se mantengan juntas está claramente indicada, pero se toman en consideración los casos en que no lo hacen.

 

Luego de escribir que una mujer no debe divorciarse de su esposo, Pablo escribe que si una mujer deja a su esposo, debe permanecer sin casarse o reconciliarse con su ex esposo (1 Co. 7:11a: “…sin embargo, si se separa, que no se vuelva a casar; de lo contrario, que se reconcilie con su esposo”). Repito, esto es lo que Dios desea que suceda idealmente. Sin embargo, una vez más lo menciono, se hacen concesiones a las personas que no obedecen este mandamiento. El mismo capítulo que dice que no hay que divorciarse, o que hay que quedarse sin casarse si uno se divorcia, dice:

1 Corintios 7:27 y 28 (Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, F. Lacueva)

(27) “¿Atado estás a mujer? No busques separación. ¿Desamarrado estás de mujer? No busques mujer. [La VRV 1960 lee: “No procures casarte” y la VRV 1989 lee: “No busques esposa”]. [2]

(28) Pero si también te casas, no pecas…”

 

¿No les parece confuso que en ese versículo Dios diga: “No se separen”[divorcien], y después diga que si se separan [divorcian] no se vuelvan a casar; y después: “si te vuelves a casar, no pecas”? La Biblia puede parecer confusa, pero esto se debe a que la vida es confusa, y las relaciones son confusas. Demos gracias de que tenemos un Dios amoroso que está deseoso de amarnos y trabajar con nosotros en cualquier situación en que nos hallemos. Él no nos obliga a un único, y a veces inalcanzable, estándar, sino que, como todo padre amoroso, ama a Sus hijos y los ayuda, sin importar la situación. Él muestra claramente cuál es Su ideal y lo que es mejor para nosotros, y luego, gradualmente va haciendo concesiones por nuestros errores y falencias, de modo que podamos avanzar en la vida, haciendo lo mejor que podamos en las situaciones que nos toca vivir.

En cuanto a lo que a nosotros nos toca como Sus hijos, no deberíamos tomar ventaja del amor y la gracia de Dios, sino esforzarnos diligentemente para obedecer los más altos estándares de Dios. “El camino fácil” casi nunca es el camino de Dios. El divorcio puede parecer fácil, y la gente puede pensar que con sólo terminar un matrimonio difícil la vida será mucho mejor, pero muchas veces las cosas no funcionan de ese modo. Aunque a alguien que está en un matrimonio problemático le pueda parecer que cualquiera sería mejor que su actual pareja, las estadísticas muestran que la tasa de divorcios de los segundos matrimonios es aún mayor que la tasa de divorcios de los primeros matrimonios. Esta es evidencia concluyente de que nuestro primer cónyuge quizá no sea un problema tan grande como pensamos. El antiguo personaje de dibujos animados, Pogo, quizás tenía razón: “Hemos hallado al enemigo, y somos nosotros”.

 

En conclusión: ¿quiere Dios que las parejas se divorcien? No, no quiere. Como hemos visto en Malaquías, Él dijo que aborrece el divorcio. Pero, ¿permite Dios el divorcio a causa de la dureza de corazón, o para proteger a uno de los cónyuges o a un hijo? Sí, lo permite. Sin embargo, muchos divorcios podrían evitarse si las parejas mostraran mayor disposición a invertir tiempo y energía en tener matrimonios exitosos.

 

Los matrimonios han estado bajo ataque desde que la Serpiente atacó a Adán y a Eva en el Jardín de Edén, y su caída y expulsión del Paraíso ejerció una inmensa presión sobre las parejas y el pacto matrimonial. A diferencia de los ángeles, que no se casan ni se reproducen (Mateo 22:30), los humanos entran en un pacto matrimonial y se reproducen, y se requiere del mejor esfuerzo, tanto del marido como de la mujer, para edificar la relación matrimonial y criar hijos conforme a Dios. Satanás sabe que destruyendo el matrimonio afecta en gran manera tanto a padres como a hijos, por lo que sostiene una guerra implacable contra el matrimonio.

 

Como guerreros en la batalla espiritual, los cristianos deben luchar para proteger y preservar sus matrimonios. Los maridos y las esposas son diferentes entre sí porque Dios así los diseñó. Lamentablemente, la mayoría de las parejas nunca han aprendido a usar sus diferencias para provecho y para complementarse, sino que compiten entre sí y no son honestos el uno con el otro, sino que ocultan cosas, se rehúsan a perdonar y, en general, viven de un modo que no contempla sacrificarse por el otro. La mutua sumisión, motivada por la reverencia a Jesucristo, es un prerrequisito para un matrimonio cristiano exitoso (Efesios 5:21); y cuando hay humildad, honor y amor en el matrimonio, más allá de tener una maravillosa relación que es un gozo, la pareja ofrecerá poderosas oraciones a Dios (1 Pedro 3:1-7).

 

Los buenos matrimonios no suceden por casualidad. La batalla espiritual es demasiado intensa, y las tentaciones y debilidades de la carne son muy comunes como para que los buenos matrimonios se generen sin esfuerzo. La química que sentimos en un primer momento cuando nos enamoramos puede parecer como que “simplemente sucedió,” pero ningún matrimonio puede mantenerse exitosamente sin un esfuerzo sostenido. Necesitamos aprender acerca de nuestras diferencias de género, edificar nuestras habilidades de comunicación, practicar la paciencia y el altruismo, aprender a trabajar en equipo, magnificarnos unos a otros las cosas buenas y perdonarnos unos a otros los errores y las falencias. Si lo hacemos, nos daremos cuenta de que no necesitaremos tomar ventaja del permiso de Dios para el divorcio. ¡Elevemos nuestra visión del matrimonio cristiano de modo que esté alineado con la gloria que Dios quiso que desplegara! (traducción de Pablo Pereyra).

Fuente:

http://www.truthortradition.com/spanish/modules.php?name=News&file=print&sid=128

 

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